jueves, 16 de diciembre de 2010

Intentando desaparecer



Estoy en mi habitación vacía, fría, con fotos que me recuerdan tiempos mejores. Escucho música mientras miro por la ventana, y lo único que veo es nieve, viento y gente pasar escoltada por las luces de las farolas que pretenden ocultar la oscuridad. No sé qué me pasa, solo veo tu rostro plasmado en la gente que va de un lado a otro de la calle y eso hace que mi pulso se acelere. No puedo estar más tiempo parado en casa pensando y recordando, necesito verte, hablar contigo, explicártelo todo y hacerte mía otra vez.

En la calle hace mucho frío, mucho viento, pero mi corazón sube a más pulsaciones todavía cuando veo a la gente pasar confundiéndola contigo. No importa que sean altas, bajitas, rubias o morenas, a todas les pongo tu rostro y no lo puedo evitar. Mis extremidades demandan calor, pero el afán de encontrarte supera cualquier necesidad física. No sé qué te voy a decir, no sé cómo voy a reaccionar, me da igual, sólo quiero verte, olerte, oírte… sentirte a mi lado.

Voy caminando por una avenida enorme y vuelvo a ver tu rostro de lejos. Me acerco sigilosamente entre todos tus clones imaginarios y los latidos de mi corazón hacen temblar mi pecho como una vieja máquina de vapor. El desconsolado temblor no es causa del frío, sino de la estrecha distancia que nos separa. Si que eres tú. Esa es la cara que mi mente ha intentado destruir en incontables ocasiones y ese es el abrigo que te regalé y que hizo de tu boca un fiel reflejo de la felicidad. Te paras enfrente de una tienda a mirar el escaparate. Soy incapaz de dejar de mirarte. Empiezo a sospechar que esperas a alguien desde el otro lado de la calle, donde estoy medio escondido debajo de mi largo abrigo y mi gorro. El temblor va en aumento, al mismo ritmo casi que mis latidos.

Entre toda la gente de repente solo veo a un hombre, como si no hubiese nadie más en la calle. ¿Será a él a quien esperas?. Se te está acercando paso a paso, segundo a segundo. Justo en el momento de vuestro encuentro aparece un autobús entre ti y mi pequeña trinchera al otro lado de la calle. Pasan 30 segundos hasta que se mueve, y aparece lo que me temía. Era a él a quien esperabas. La esperanza se convierte en dolor, las ganas de verte se desvanecen pero necesito saber quién es. Ingenuamente pienso que es un amigo o un familiar, pero en el fondo lo sé. Voy detrás de vosotros, con mi temblor sintiendo miedo, rabia, dolor, todas las sensaciones negativas que un ser humano puede experimentar y experimentará.

Os veo cruzar una preciosa plaza nevada, poco iluminada y llena de hojas. Él se para en medio de aquella desierta plaza, tú le miras y os dais el beso con el que acabaría la película más romántica de la historia. Todo se ralentiza, no caen hojas, los coches apenas avanzan, la gente no camina… todo se convierte en una nube de estatuas. No hay sonido, no se oye a ese niño chillar detrás de esa paloma, ni a un enfurecido conductor hacer sonar su claxon, tampoco la música de las tiendas… sólo oigo mis lentos latidos siguiendo el ritmo de esa sinfonía de sufrimiento. Todo va más lento y sin sonido, pero mi cabeza piensa rápidamente cual es la forma idónea de desaparecer mientras observo el beso más largo y doloroso que jamás ha existido.

No quiero mirar, pero no puedo parar. Se me empiezan a nublar los ojos con las lágrimas que desprenden mis ojos. Estas hacen que la luz de las farolas se estiren como centenares de espadas apuntándome. Las deposito lentamente en mis fríos guantes, miro a mi paralizado alrededor y cuando vuelvo la vista hacia aquel punzante beso, veo que ya os habéis despegado. Estoy completamente paralizado, no me puedo mover, no puedo pensar, sólo soy capaz de mirar el dolor en estado físico unos metros más adelante representado por tu beso.

De repente te giras lentamente y me ves, pero sigo sin poder moverme. Nadie se mueve, solo tú. Tu expresión cambia radicalmente al percibirme. Es justo en ese momento cuando mi sistema motor empieza a funcionar y empiezo a correr. Me giro por última vez y veo como vienes hacia mí. Mis pulsaciones cobran una velocidad nunca antes conocida y empiezo a correr en dirección opuesta al dolor, sorteando las decenas de estatuas mudas de mi alrededor. Mi cara está empapada de sufrimiento, no se adonde ir, qué hacer… solo se una cosa, tengo que desaparecer. Cruzo la paralizada calle apenas sin mirar y justo en ese momento veo un coche al que en condiciones normales podría esquivar, pero me viene a la cabeza ese beso que ha hecho de mí un ser miserable y hundido. Sólo oigo un fuerte golpe.


Me despierto, pero no abro los ojos. Apenas hay sonidos distorsionados y noto mi cara mojada. Oigo con una claridad increíble pero de fondo la melodía más triste que un hombre puede conocer. Intento pedirte perdón, pero no puedo hablar ni moverme. El barco de Caronte está zarpando y no quiere que purgue mi alma, no quiere que te pida perdón... no quiere que volvamos a estar juntos. Tus llantos no le hacen rectificar... la decisión está tomada. Nunca te olvidaré... . Lo siento, he de desaparecer.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Su último pensamiento

(Es recomendable leerlo escuchando la canción)




Eran las 9:30 de una mañana gris de febrero. Él estaba sentado en su cama deshecha mirando por el enorme ventanal, que hacía de su habitación un escaparate para los pocos pájaros que pasaban por ahí en ese momento.

Estaba cabizbajo preguntándose cuál sería su último pensamiento. Era consciente de que era insignificante ante el paso que iba a dar. Miró hacia su derecha, y se quedó mirando la foto que estaba en su mesa de noche. Se levantó y la cogió para mirarla detenidamente. Caminando por su enorme habitación sólo hacía que fijarse en su foto, esa era la última vez que la iba a ver. No podía dejar de sentirse culpable y abatido. Se daba pena a sí mismo. Se agachó para mirar la foto y su última lágrima cayó violentamente por el rostro de ella, igual que la noche en la que le abrió su corazón de par en par… pero en aquel momento obtuvo respuesta. Dejó la foto encima de la mesa de noche y la puso cara al ventanal para que pudiera ver su cobardía desde primera fila.

Se tumbó en la cama boca abajo, y el aroma de ella hizo que sus glándulas lacrimales segreguen tristeza de nuevo. Inspiró todo lo profundamente que sus pulmones le permitieron. En esos tres segundos, cientos de recuerdos aturdieron su mente, cosa que le hacía sentir aún más prescindible. Mantuvo su fragancia dentro de él todo lo que pudo. Era la última vez que su olfato iba a invocar su presencia. Se dio la vuelta y recordaba las eternas noches a su lado sin poder dormir, en la misma posición que estaba en ese momento, pero pudiendo cogerle su suave mano disipando así la falta de sueño. Cerró los ojos y decenas de recuerdos que jamás podría revivir iban y venían. Allí tumbado sólo oía la voz de la ignorancia, el himno de la cobardía, la sinfonía de la tristeza… era todo silencio.

Decidió poner su canción favorita a todo volumen, aquella que tantas veces habían bailado, con la que habían discutido, con la que habían hecho el amor por primera vez… era la mejor canción del mundo. Sentía agonía en ese momento, pero la canción le calmó, le dio más razones para hacerlo. Se dirigió al ventanal y lo abrió todo lo que este le permitía. Entró un frio horroroso, pero le daba igual enfermar, él ya lo estaba.

Se apoyó en la pared más lejana al ventanal y se quedó mirando fijamente a aquel cielo gris y lluvioso. Las lágrimas volvieron a brotar con fuerza, el cuerpo le temblaba cómo cuando hicieron el amor por primera vez en esa habitación, en esa cama y sonando esa canción. Mientras lloraba desconsoladamente, se sorprendía de no dudar lo que estaba haciendo. Veía en ese ventanal la puerta de escape de aquella tortura, nunca más… nunca más.

Sus temblorosas piernas empezaron a moverse todo lo rápido que podían, su dirección estaba clara, su destino también. Corría hacia aquel cielo gris y lluvioso, las dudas le inundaban pero él consiguió acallarlas imaginándose un futuro sin ella, un futuro oscuro y protervo que no quería conocer. Podía sentir el frío en su cara empapada de dolor, sus hinchados y rojizos ojos miraron por última vez ese rostro que nunca será capaz de olvidar. Ese rostro que lo supone todo para él y del que no contempla una vida sin poder verlo cada mañana y besarlo cada noche.

No podía dejar de sentirse culpable, repasó en décimas de segundo todos y cada uno de los errores que había cometido en su vida, pero ninguno le hacía sombra a ese, a ese error que ha supuesto que cometa la decisión más trágica que una persona puede tomar. Visualizar aquello le dio fuerzas para saltar al vacío con una seguridad y un convencimiento impropios de esa situación. Mientas sonaba su estrofa favorita de aquella mágica canción, que repetía una y otra vez “I know you are but what am I?”, saltó al vacío, hacia aquel punto sin retorno que haría desaparecer aquel rostro, aquel error… ese perpetuo sufrimiento.

El vértigo le paralizó, pero no consiguió quitarse aquella imagen de la cabeza, ni que se plantease que hubiese pasado si aquella noche no la hubiese conocido, si no hubiese ido a aquella fiesta, si no hubiese cogido el coche… Intentaba encontrar respuesta, pero su mente no contemplaba una realidad paralela en la que no estuviese ella.

Nunca más cometería errores, nunca más sufriría… jamás la volvería a recordar. Ese fue su fin. Una decisión cobarde pensarán algunos, exagerada pensarán otros, pero esa fue su decisión. Es demasiado tarde para hacerle entender las millones de posibilidades que el futuro le podía brindar, él las contemplaba, pero el dolor ganó la batalla… otra batalla de una eterna guerra.

lunes, 19 de julio de 2010

Cuando un amigo se va..

25 años dan para mucho y para muy poco, él eligió la primera opción. Nunca he conocido a nadie que optimice tan bien tiempo y recursos, ha hecho cosas que probablemente yo en una vida entera no lo podré hacer. El recuerdo que tengo de él no lo podré borrar, pero es que tampoco quiero, pero me jode no haber pasado más tiempo a su lado y es que era muchísima gente la que requería su compañía. 3 días hace que se fue y tres días hace que no he parado de recordar momentos y risas... la gente dice que cuando alguien se va sólo se recuerda las cosas buenas, pero cuando no hay cosas malas que recordar todavía es más dura la pérdida.
Recuerdo los abrazos de la segunda champions en su casa, la fiesta del novato donde le conocí y creía que tenía casi treinta años, cuando me explicaba su viaje a Australia y me moría de envidia, los quintos que nos tomábamos viendo el futbol, su mirada al estilo Christopher Lambert en los inmortales y de tantas y tantas cosas.Pero sin duda de todos esos recuerdos me quedo con haberle conocido y compartido momentos.
Hay mucha gente que lo está pasando peor, su familia, Majo y sus amigos de toda la vida, pero a todos los que le conocimos nos han quitado algo... HASTA SIEMPRE PABLO.

martes, 16 de marzo de 2010

La siesta: el mejor invento español.

La siesta se podría definir como la acción de dormir con una duración superior a 20 minutos e inferior a la hora y media que se realiza fuera de las horas de sueño habituales. Hay muchas variantes y diferentes formas de realizarla. La podemos dividir en tres campos: clásica, sin corte y como puedas.

Clásica: La que se realiza en el sofá después de comer. Esta puede ser de dos formas:

-Espontánea: Sentado y girando cada vez más hacia un lado, hasta que adoptas una postura lo suficientemente agradable para conciliar el sueño. Al despertar, ni te enteras que has dormido. Duración: entre 20 y 40 minutos

-Provocada: justo después de comer, coges un cojín, una manta, bajas el volumen de la tele y te pones en posición horizontal. Duración: entre 30 y 60 min

Sin corte: La que sabes 100% que vas a dormir.

-Post-comida: Bajas la persiana de tu habitación, te pones el pijama y te metes en el sobre. Duración: 90 minutos.

-Pre-comida (o del borrego): Mismo procedimiento que la anterior, pero con el estómago vacío. Es bastante probable que cueste más dormir.

Como puedas: Está es la especialidad de los japos. Todo vale. Puedes hacerlo en el metro, en el curro… sólo es necesario un lugar donde apoyar la cabeza.

-Antes: Se produce al poco tiempo de despertarse, cuando las neuronas van a medio gas todavía. Duración: La que te dejen

-Después: Cuando acabas tan destrozado que no te puedes ni mover. Duración: La que te dejen